domingo, 13 de noviembre de 2011

Excursión Nº 27 Santo espiritu – Mola de Segart 12-11-2011

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 Plano 1

 Plano 2

• Provincia Valencia
• Comarca Campo de Morvedre
• Partido judicial Sagunto
• Altitud 300 msnm
• Distancia 28 km a Valencia

 Foto1

 Foto2

 Foto3



2 comentarios:

  1. Pues todo lo que cuento lo he visto; y si he podido engañarme al verlo, ciertamente no le engaño al contárselo.
    Stendhal


    EN LAS FAUCES DE UN GIGANTE

    Habiendo detectado nuestro brillante servicio de inteligencia, alias Rafa, un grave problema en nuestra querida Sierra Calderona, nos alentó a tomar una rápida iniciativa en aras de solucionarlo, sin imitar la desidia e incompetencia de los mandamases europeos, con el resultado que ya conocemos: la unión europea al borde del desastre.

    El problema era de índole sanitario, y como es sabido nuestro grupo está sobradamente cualificado en este aspecto, pero además requería altruismo (ni la cervecita nos iban a pagar), notables condiciones físicas, experiencia montañera, y audacia rayana en la temeridad. Necesario era además el secreto más absoluto para no crear alarma. ¡ Coño, quien sino Pasetapaset, reúne todo eso ! Siempre listos, dimos un paso al frente.

    El Gigante de Segart, durmiente guardián de la Calderona, sufría de una grave infección en la Mola, con una descomunal caries. Existía el riesgo de que despertara, de muy mala uva además, y causar un corrimiento de tierras, con desastrosas consecuencias. Había que sanear La Mola limpiando esa caries, y evitar el desastre.

    Salimos pues un grupo de diez miemb@s, hora y lugar de costumbre, y nos plantamos en las lindes del monasterio de Santo Espíritu para contar con su protección, y allí mismo ofrecimos también sacrificio a los dioses del Olimpo en forma de libación mandarinil; nos apuntamos a todo, por si acaso.

    Sin respiro apenas, iniciamos una larga ascensión entre frondosos árboles, cada vez más cerca de las amenazantes nubes que cubrían el cielo, cada vez más altos y mas lejos del valle. El esfuerzo hizo que nuestros depósitos de energía encendieran la luz roja; paramos a repostar entre altos pinos, despreciados algarrobos y atormentados olivos. El cielo iba despejando, no quería aumentar la ya altísima dificultad de nuestra cercana tarea.

    Alcanzamos al amplia senda forestal que nos conduciría hasta las proximidades de La Mola, que ya divisábamos, imponente, a lo lejos. Sin demora y por derecho nos dirigimos a ella, decididos a actuar con precisión de cirujano-odontólogo. Ibamos provistos del necesario instrumental: bajo la apariencia de bastones de senderista se escondían afilados bisturís de acero al tungsteno, las botas eran en su base de material cerámico que actuarían como fresadoras, en las botellas de agua llevábamos dosis masivas de antibióticos de última generación (nada de vulgares genéricos), y como anestesia ….nuestra rumorosa cháchara sería más que suficiente.

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  2. Llegados al objetivo lo encaramos de frente, no por la cobarde retaguardia: impresionaba el profundo y vertical boquete de la caries. Comenzamos nuestra arriesgada labor empleándonos a fondo, clavando y hurgando con los estiletes, puliendo con nuestras botas, ayudándonos de manos y hasta traseros cuando era necesario, venciendo el miedo que infundía aquella peligrosa escalada. Desde la base a la cima fue un trabajo concienzudo, riguroso, que se saldó sin bajas y con indudable éxito. La Mola estaba saneada, el gigante seguiría durmiendo, el peligro alejado. ¡Desde la Batalla de Inglaterra, “nunca tantos debieron a tan pocos.”!

    Con la satisfacción del deber cumplido disfrutamos del maravilloso panorama que ofrece la cumbre: el refulgente mar, el camp de Morvedre, castillos de Almenara, Sagunt y Serra, el Garbí, Chocainet, la Rodona, Rebalsadors, .. viejos amigos de gratos recuerdos.

    Después del ancestral rito de subirnos a la chepa del punto geodésico y hacernos la foto de grupo, bajamos por la vertiente opuesta, no por miedo a bajar por la caries, no, sino por mantener la asepsia de la zona recién intervenida. Tras un pequeño descanso, decidimos ir hasta Segart, donde tomamos un refrigerio, cervecitas y vermuts, sentaditos al sol, viendo como llegaban temibles fieras sin inmutarnos (ver documentación gráfica), mientras disertábamos alegremente sobre maría (la hierba, no la tía), increíbles experiencias juveniles y maneras varias de “ponerse”.

    Antes que viniera la guardia civil alertada por algún envidioso vecino (ignorante del peligro del que le habíamos salvado), partimos en busca de los coches: larga subida por el barranco, de nuevo la pista y, después de comer, para acabar con aventura, bajada por una pedregosa e incómoda torrentera hasta llegar a la fuente de Santo espíritu, donde encontramos un maletín olvidado. Comprobado que no tenía el boleto premiado del 11-11-11, sino una estola, casulla y otras vestimentas litúrgicas, afloró nuestra vena honrada y la dejamos allí de nuevo.
    Llegamos a los coches, nos despedimos conjurados a mantener el secreto de nuestra hazaña, y partimos hacia Valencia.

    ¡ Portaos bien chic@s, y no os metáis en líos. !

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