domingo, 5 de junio de 2011

Excursión Nº 19 Javea 04-06-2011

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Plano 1

 Plano 2

Foto 1

 Foto 2

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2 comentarios:

  1. Conocidas son las frecuentes y cruentas incursiones de los piratas en la Costa Blanca, particularmente en Denia y Javea, razón por la cual hay numerosas torres vigías que jalonan los altos de los acantilados. Bellos ejemplos de ello son la Torre de Ambolo y el Castell de la Granadella, que guardaban eficazmente la cala del mismo nombre, en Javea. Cierto que hace dos o tres siglos de esto, pero la historia a veces repite, como el pepino, aun libre de E. coli.

    Y he aquí que un grupo de aguerrid@s piratas de Valencia, conocidos como Al-pasetapaset, enterados (con cierto retraso) que las tropas de Napoleón habían destruido la fortificación del Castell, decidieron aprovechar la circunstancia para desembarcar por sorpresa y asolar aquellas ricas tierras. Contábamos con la inestimable ayuda de unos miembros asentados en la localidad, que nos aportarían apoyo logístico y conocimiento del terreno.

    Infortunadamente teníamos nuestros impresionantes yates en dique seco, en revisión de bajos, por lo que hubimos de recurrir a vehículos terrestres. Salimos con retraso por culpa de un par de dormilones, a los que sin que sirva de precedente se les perdonó, por esta vez, el preceptivo corte de orejas. Llegamos sin más dilatación, digo dilación, a Javea donde nos esperaban los compinches. Quedaron dos, generosamente, a cargo del avituallamiento, que los piratas también comemos (¡ y cómo !); los demás pertrechados con nuestro equipo de asalto al completo iniciamos el camino a través de un precioso bosque mediterráneo, sinuosamente, o sea con muchas curvas, hasta llegar cerca de la cala, pero sin dejarnos ver en ella.
    Duro ascenso teníamos por delante, que la reciente tormenta había hecho más resbaladizo que una cucaña, pero compensado por las maravillosas vistas que disfrutábamos y el suculento botín que nos esperaba.

    En un mirador sobre las aguas turquesa disfrutamos del almuerzo acostumbrado, sin alcohol ni estimulante alguno esta vez, pues la empresa requería máxima lucidez y reflejos. Un par de féminas, a las que mas tarde, se uniría una tercera, volvieron a la cala, en una genial maniobra de distracción del enemigo, al que con sus encantos debían mantener la mirada allí abajo, para evitar que nos vieran a los demás, allí arriba. Un par de guerreros se cuidaron de protegerlas, camuflados como alemanes tomándose unas birras, con gran sacrificio.
    Tomamos posesión del Castell sin resistencia, después de superar dificultades con cadenas, y decidimos subir hasta la cumbre, el Mirador de Levante. Arduamente fuimos ganando altura, encontrando en el camino despojos del enemigo, casacas y camisas abandonadas en su cobarde huida. Aparecía a nuestra vista una extraordinaria panorámica : al norte el cabo de San Antonio y el Cabo de la Nao, el imponente Montgó al NE, a nuestros pies La Granadella y la isla Ambolo, con aguas cristalinas y en calma, el doblemente azulado horizonte al frente, al sur los blancos
    acantilados de Benitaxell y Moraira; detrás, elegante, el Penyal d’Ifach.
    Continua

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  2. Continua

    La bajada fue rápida, nos esperaban impacientes el resto de corsarios, pero no faltó una buena cerveza, había que seguir disimulando. Nuestras chicas habían creado expectación, al punto de subirse alguno a las rocas para tener mejor visión, así que hubo que rescatarlas y partimos hacia Pepa’s Resort, que nos ofreció su acogedora hospitalidad, su caribeño entorno: loros de fantásticos colores en las copas de los árboles, felinos de bella estampa, becquerianas golondrinas anidadas en su terraza, una temperatura perfecta y una piscina templada…un paraíso.

    Le correspondimos haciendo los honores conforme a la Ley de Barbanegra: arrasando sin piedad la sabrosa paella, ensaladas y entrantes, vinos de crianza, otras bebidas varias, tartas heladas, mistela por litros… no quedó nada en pie. Nosotros a duras penas.

    Pasó la tarde entre siestas, risas, chapuzones mas o menos voluntarios..tan agradablemente que cuando nos dimos cuanta el sol declinaba seriamente. Había que volver, quedaba mucho camino y algún fiero corsario podría encontrase la puerta cerrada y la maleta en el rellano.

    Nos despedimos de nuestros compinches que tan cálida y generosamente nos habían acogido y volvimos a nuestras guaridas, sin novedad.

    ¡ Portaos bien y no os metáis en líos chic@s !

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