La ascensión había sido penosa: la fuerte pendiente y las piedras sueltas sobre la tierra disgregada no dieron tregua a los senderistas. Pero ya estaban arriba, ahora descansaban y almorzaban, compartiendo como siempre su sustento, incluidas las compras en Xera, vino, tortas..y los dulces caseros, deliciosos….faltó el cafetito, ¡ay Carmelo!.
Ahora cresteaban la montaña, con el pantano de Buseo a sus pies; un abismo los separaba de sus aguas verde azuladas. La niebla vencida ya por el brillante sol que iluminaba el impresionante barranco de La Hoz, al frente las montañas circundantes se alzaban poderosas configurando un paisaje admirable.
Pero….que es esto? Petrificadas conchas de molusco y otos fósiles marinos asaltaban nuestros ojos y nuestra inteligencia. ¿Acaso andábamos por el fondo de la ría de Arousa? ¿Cómo demonios habían llegado hasta aquí? ..…En el siglo XVIII ya hacía tiempo que se lo preguntaban, y se formaron dos bandos con diferentes respuestas: los “neptunistas” que creían que la tierra siempre había tenido las montañas como ahora y era el nivel del mar quien oscilaba y llegaba a cubrirlo todo, y los “vulcanistas” que afirmaban que eran los volcanes y terremotos los que modificaban la superficie de la tierra. Fue Hutton, y Lyell luego, quienes aclararon estas cuestiones demostrando que estos fósiles estaban ahí arriba por la elevación de suelo marino consecuencia de la formación de las montañas.
En estas disquisiciones estábamos cuando nos dimos de frente con un grupo de varones, no sabemos porqué no iban mujeres (especulaciones hubo), con un par de perros (¿de aguas?), y extrañas mochilas que semejaban botellas de las que salían tubos y grandes gafas, acento andaluz ….¡coño, estos se han confundido con lo de “pantano de Buseo”!. Nosotros seguimos como si nada, no hay que desencantar al personal…
Como la mañana iba muy tranquila y convenía un poco de emoción, de pronto una de nuestras impagables documentalistas se dio cuenta que había perdido la cámara de fotos: un pequeño grupo expedicionario fue a buscarla con algo de congoja pues no era fácil, pero con pronto éxito: ella misma la halló
El regreso fue más fácil, todo lo que sube baja, y por lo general más rápido que subió; así que hechas las fotos de grupo pertinentes (véase la magnífica parte documental), y tras los escarceos amorosos de un miembro del grupo con un gato (San Valentín caldea la sangre más que un buen orujo), nos despedimos haciendo planes, felicitando a las dos chicas que se habían incorporado después de un tiempo sin venir y que se portaron como leonas que son, y echando de menos a los ausentes.
Luis dijo:
ResponderEliminarfebrero 13, 2011 en 8:21 pm (Editar)
La ascensión había sido penosa: la fuerte pendiente y las piedras sueltas sobre la tierra disgregada no dieron tregua a los senderistas. Pero ya estaban arriba, ahora descansaban y almorzaban, compartiendo como siempre su sustento, incluidas las compras en Xera, vino, tortas..y los dulces caseros, deliciosos….faltó el cafetito, ¡ay Carmelo!.
Ahora cresteaban la montaña, con el pantano de Buseo a sus pies; un abismo los separaba de sus aguas verde azuladas. La niebla vencida ya por el brillante sol que iluminaba el impresionante barranco de La Hoz, al frente las montañas circundantes se alzaban poderosas configurando un paisaje admirable.
Pero….que es esto? Petrificadas conchas de molusco y otos fósiles marinos asaltaban nuestros ojos y nuestra inteligencia. ¿Acaso andábamos por el fondo de la ría de Arousa? ¿Cómo demonios habían llegado hasta aquí? ..…En el siglo XVIII ya hacía tiempo que se lo preguntaban, y se formaron dos bandos con diferentes respuestas: los “neptunistas” que creían que la tierra siempre había tenido las montañas como ahora y era el nivel del mar quien oscilaba y llegaba a cubrirlo todo, y los “vulcanistas” que afirmaban que eran los volcanes y terremotos los que modificaban la superficie de la tierra. Fue Hutton, y Lyell luego, quienes aclararon estas cuestiones demostrando que estos fósiles estaban ahí arriba por la elevación de suelo marino consecuencia de la formación de las montañas.
En estas disquisiciones estábamos cuando nos dimos de frente con un grupo de varones, no sabemos porqué no iban mujeres (especulaciones hubo), con un par de perros (¿de aguas?), y extrañas mochilas que semejaban botellas de las que salían tubos y grandes gafas, acento andaluz ….¡coño, estos se han confundido con lo de “pantano de Buseo”!. Nosotros seguimos como si nada, no hay que desencantar al personal…
Como la mañana iba muy tranquila y convenía un poco de emoción, de pronto una de nuestras impagables documentalistas se dio cuenta que había perdido la cámara de fotos: un pequeño grupo expedicionario fue a buscarla con algo de congoja pues no era fácil, pero con pronto éxito: ella misma la halló
El regreso fue más fácil, todo lo que sube baja, y por lo general más rápido que subió; así que hechas las fotos de grupo pertinentes (véase la magnífica parte documental), y tras los escarceos amorosos de un miembro del grupo con un gato (San Valentín caldea la sangre más que un buen orujo), nos despedimos haciendo planes, felicitando a las dos chicas que se habían incorporado después de un tiempo sin venir y que se portaron como leonas que son, y echando de menos a los ausentes.
¡Portaos bien chicos y no os metáis en líos!